Cómo se muestra en nuestros equipos y qué podemos hacer para combatirla
Como si de una predicción se tratase, a principios del 2020 escribí sobre los siete virus que afectan a los equipos y sus posibles vacunas. Ahora me veo casi obligada a completar esta lista con un octavo virus.
En realidad, era un virus ya existente, lo podíamos ver en organizaciones y equipos que sufrían fusiones, amenazas de Expedientes de Regulación de Empleo (EREs), cambios de normativa que afectaban a su actividad principal, etc.
Pero este virus, predecesor y familiar del COVID-19, se ha mostrado de manera implacable en todo el mundo durante el mes de marzo. El octavo virus: el virus de la incertidumbre que afecta a los equipos con múltiples síntomas. Veamos, a continuación, los más frecuentes.
Cómo se muestra la incertidumbre en los equipos
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La parálisis. Un equipo con miedo, por exceso de incertidumbre, se paraliza. Pierde de vista el propósito y se enreda en buscar explicaciones a lo sucedido. Dedica mucho tiempo a analizar el pasado, las causas, los culpables; sobre-diagnostica y entra en un bucle paralizador.
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La tarea desenfrenada. Ante la incertidumbre, el equipo responde con un esfuerzo colosal realizando muchas más tareas de las que hacía antes y no dejando tiempo vacío; se manifiesta como el horror vacui en el arte. Ante el no saber qué hacer, se hace mucho; mucho que tal vez sirve o tal vez no, pero por si acaso, hacer, hacer, hacer… Esta es una manera más de no estar en el presente: una huida hacía adelante.
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La rumorología. Un equipo con miedo y poco cohesionado genera rumores. La situación, incierta, parece fácil de analizar y de ahí emergen las interpretaciones. Y, tras la interpretación llega el consuelo de jugar al teléfono con compañeros y compañeras que, en medio de esa incertidumbre, buscan alguna certeza que les de algún consuelo.
La vacuna contra este virus de la incertidumbre
¿Cómo es la vacuna contra este octavo virus de la incertidumbre?
Los equipos afectados por este virus tienen que ensayar bien dos melodías que, aunque conocidas, no se entonan demasiado bien. Una de ellas es la confianza y otra, de la cual ya deberían saberse la letra, la flexibilidad o también conocida como gestión del cambio.
Tras este virus de la incertidumbre, como hemos dicho antes, está el miedo: miedo a perder el control, miedo al cambio, al no saber hacer algo, no estar a la altura; el miedo terrible a perderlo todo.
Ante un equipo humano con miedo podemos activar un útil antídoto que es la confianza. Decirnos entre nosotros que todo irá bien. Es oportuno que las personas que lideran el equipo respondan confiando plenamente en el equipo, en su capacidad de superación. Esta confianza se extenderá más que nunca si el equipo está teletrabajando.
Xavier Marcet en su artículo de La Vanguardia “Los otros virus” nos recuerda que “las burocracias crecen cuando cae la confianza y la generosidad”. Y es que es especialmente peligroso para la confianza poner controles y poner en duda la profesionalidad del personal. Confiar significa, en gran medida, poder contestar afirmativamente a las siguientes preguntas:
- ¿Siento que todos los miembros del equipo, incluyéndome a mí, están aportando lo mejor que tienen?
- ¿Siento que si cualquier miembro del equipo, incluyéndome a mí, comete un error o no da lo mejor de sí, podemos hablarlo y acordar algo nuevo al respecto?
Además, cuando hay confianza suele haber cohesión y los rumores no van más allá de una boca y una oreja.
Y, si hay confianza y el propósito está claro, se trata “sólo” de cambiar el CÓMO, se trata de activar la gestión del cambio. Aquí llegamos a la segunda melodía.
Para cambiar el cómo el equipo debe mantener conversaciones de manera regular sobre la manera de organizarse para cumplir su propósito. Deben ser regulares en su dinámica y prepararse para ir haciendo pruebas, cometer errores, aprender y generar nuevas fórmulas que sean válidas en este entorno cambiante que genera el virus de la incertidumbre. En un entorno más VUCA e hiperconectado que nunca, nadie tiene respuestas certeras ni una bola de cristal, pero podemos seguir entrenándonos en la mejor manera de combatir este octavo virus: el virus de la incertidumbre.
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