En la mayoría de los casos yo no diría que tenemos una “mala relación” con el poder. Más bien creo que mantenemos una relación única, que hemos ido elaborando durante años, y nos sostiene de la mejor forma que hemos sabido construir. ¿Cómo podemos hacer para cambiarla?
Lo interesante es darnos cuenta de las experiencias que nos han traído hasta aquí, de las “protecciones” que hemos diseñado, de los aspectos en que nos hemos limitado y del impacto que eso tiene en nosotros, nosotras, y en los demás. Tomar consciencia de ello es el primer paso en un desarrollo necesario si queremos sostener el poder de forma eficiente.
El siguiente paso implicará atrevernos a hacer algunas cosas de forma diferente, aprender, hasta que logremos mirar el poder como algo posibilitador, algo que construye, en lugar de una batalla o una lucha en la que defendernos y atacar.
Decía hace pocos meses que a lo largo de la historia se nos ha contado que el poder es algo perverso y manipulador. Algo que tiene que ver con dominar o ser dominado. Pero el poder puede ser otra cosa. El poder puede ser un marco en el que colaborar y las personas podemos elegir por dónde caminar en esta relación con el poder.
¿Cómo se transita de una mentalidad de dominación o otra de colaboración?
Detectar a las personas que pueden empezar a promover contextos de colaboración es importante. Seguramente, esas personas, serán quienes primero se sumaron a la propuesta de generar un orden distinto al imperante (de dominación). Aunque sería interesante observar más, e identificar aquellas que tienen una influencia no formal y averiguar qué les inspira para sumarse.
Detectar a los más temerosos también será importante, porque pueden responder con dos comportamientos bloqueantes sobre el cambio:
- asentarse en la queja dañina y destructiva para defenderse,
- o inhibirse y convertirse en elementos “invisibles” del sistema con tal de evitar verse expuestos al desafío de ese “cambio de orden”.
En cualquier caso, la transición de una mentalidad de dominación a una de colaboración necesita aliados y aliadas.
Cualquier persona en una posición de liderazgo necesita conocer el sistema en el que intenta promover ese cambio. Respetar su historia y la mentalidad que lo sostuvo.
En ese proceso —de transición desde el reconocimiento de lo que hubo hasta la fecha y les llevó hasta ese momento presente— puede dejarse zarandear un poco por los empujones que intentan devolverle a los esquemas de siempre y responder con una “firmeza fluida” en dirección al poder compartido.
Si, por el contrario, quien ostenta ese liderazgo se enroca en su empeño de cambio y termina imponiendo sus criterios, lo más probable es que haya sucumbido sin darse cuenta a lo que el sistema pretendía: volver a la mentalidad de dominación.
Cuidar nuestra relación de poder en las esferas social, personal y organizacional nos puede ayudar a cambiar patrones que son poco efectivos para nuestro desarrollo y el de nuestros equipos.
*Imagen @tiempodeaprender
A veces pasa mucho tiempo hasta que uno es consciente del «poder» que tiene (independientemente de rangos y posiciones). Es ese desconocimiento que a veces mal interpretamos como se comentaba arriba como una «mala relación» con el poder. Como siempre, difícil llegar a ese punto intermedio de no pasarse pero tampoco quedarse corto.