Hay un trabajo complicado que requiere de un tiempo del que no dispongo. Necesito ayuda. Voy a pedirle a una compañera que se haga cargo y me eche una mano. No puedo dejar de pensar en cómo se lo va a tomar. Quizás se enfade. Igual me dice que no.
Finalmente saco la energía suficiente para iniciar una conversación en la que hacerle esa petición. Para mi sorpresa, apenas se lo explico me dice “vale”. ¡Qué alivio! Le doy las gracias efusivamente y nos despedimos. Unos días después, la persona que debería haber recibido ese trabajo me llama para reclamármelo. No sabe nade de él. ¡Horror! ¿Qué ha pasado?
En algunas conversaciones estamos tan preocupados con que nos digan que NO, tan temerosos de que nos rechacen, que sobrevaloramos el SÍ. Aceptamos cualquier cosa asimilable a un sí: “Vale, bien, me pongo a ello”
Incluso cuando oímos un sí expreso ¿hasta dónde supone un compromiso real? ¿Cuántas veces has recibido un sí por respuesta que luego no ha venido acompañado por los hechos?
El NO, un abrelatas de las dificultades
En realidad, resulta mucho más productivo “buscar el NO”:
«Te agradezco tu rápida respuesta, sin embargo, ¿hay algo que pudiera llevar a que NO puedas cumplir este compromiso?”
De esta forma abrimos la puerta a que la otra persona exprese sus dificultades para hacer lo que le pedimos. Damos opción a expresar esa parte que, con frecuencia, queda oculta por la dificultad que puede tener la otra persona para decirme que no puede asumir lo que le digo.
Vemos el NO como un escenario temido. Como algo a evitar, tanto cuando pedimos (no queremos un NO) como cuando somos nosotros quienes recibimos la petición (nos preocupan las consecuencias de nuestro NO).
Sin embargo, el NO es el abrelatas de las dificultades, la palanca para poder prevenir los obstáculos o para minimizarlos. El rápido SÍ los ignora, nos coloca en una falsa sensación de satisfacción, de objetivo cumplido.
El momento donde todo empieza
Esta forma de percibir el NO hace que, cuando aparece en una conversación, en una negociación, lo vivamos como la puerta que se cierra. Incluso como un portazo. Suele tener un efecto paralizador, nos afecta anímicamente. El pensamiento que nos atrapa es “se acabó”, “se terminó”. “No hay acuerdo”, “estamos enfrentados”, “no hay salida”…
Sin embargo, muy lejos de terminar algo, es cuando debería empezar todo. Frente al SÍ vacío, al acuerdo que disfraza las discrepancias, el NO permite explorar lo que nos diferencia, escuchar para entender, conversar para encontrar nuevos caminos que permitan generar espacios de acuerdo no previstos que aporten pasos sólidos hacia una situación mejor para todos.
Un mejor equipo es el que aprovecha las discrepancias
Si esto lo llevamos a un equipo, la híper valoración de los consensos, la búsqueda de la armonía, vista como lo contrario del conflicto, le lleva a perder riqueza en el análisis, a limitar su potencial al no dejar fluir la energía y el valor que llevan las opiniones discordantes, incluso aparentemente enfrentadas.
No es mejor equipo el que acuerda sin discrepancias, sino el que sabe sacar el máximo partido a esas discrepancias para encontrar un nuevo espacio de acuerdo.
Quién lidera un equipo tiene una singular responsabilidad a la hora de evitar esa cultura que ensalza el acuerdo y ve mal las posturas críticas.
El reto de sostener los NOES, un liderazgo transformador
En conceptos de liderazgo anclados en el pasado puede parecer que la labor del líder es sumar SÍES, incluso SÍES en torno a lo que el propio líder plantea o propone. Un liderazgo transformador reta a la persona que lidera a sostener los NOES, incluso a buscarlos, ya que en ellos puede encontrar el germen de la innovación, de la transformación.
Y la forma de buscar el NO pasa por saber preguntar. Algo menos obvio de lo que pudiera pensarse. La pregunta es la ventana a lo que no conocemos, es la puerta que nos abre a entender a las otras personas, es el camino para integrar las miradas diferentes, para hacer que la diversidad sea realmente una riqueza.
¿Cómo te manejas con las preguntas? ¿Cómo te manejas con el NO? En los cursos que realizo, el poder transformador de preguntar sigue siendo una de las grandes sorpresas. Se debe tomar conciencia de ello y descubrir formas de preguntar para hacer realidad esa capacidad transformadora de la pregunta.
El líder de equipo como generador de conversaciones
Para mi, un líder de equipo tiene que ser un generador de conversaciones, alguien que sabe abrir espacios para que el equipo converse sobre lo que realmente importa. Y ha de ser un buen indagador. Alguien que sabe preguntar y sabe escuchar la respuesta para entender más y mejor.
El líder no se contenta con el SÍ, sabe buscar los NOES. Aunque no se nace con esas competencias. De ahí que hayamos planteado desde Emana la formación sobre INTELIGENCIA CONVERSACIONAL, que potencia la capacidad de conversar en un marco individual y también en un entorno de equipo.
Sobre el reto de conversar en equipo y la característica del líder como generador de conversaciones están caminando mis inquietudes que van dando forma a mi segundo libro. Espero que lo puedas tener en tus manos después del verano, de nuevo con la editorial Libros de Cabecera.
Y, si aún no has tenido ocasión de leer el primero, “¿Cómo se lo digo? El arte de las conversaciones difíciles”, libro que incluimos en el material del curso de Emana, haz clic aquí y descarga de forma gratuita el PRIMER CAPÍTULO.
*Foto de Pixabay
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