Es bien conocido el impacto positivo que ofrece el Coaching personal y empresarial, como generador de cambios y aprendizajes transformacionales que inciden en la comunicación, productividad y calidad de vida. He transitado, observado y experimentado ese camino por muchos años y he sido testigo participante de tales resultados, muchas veces asombrosos.
Particularmente asombroso ha sido para mi, el impacto de la intervención corporal en los individuos y en las organizaciones, tanto en equipos de trabajo como en grupos especiales, en términos de cambios profundos, integración y logros de metas.
Al intervenir desde la corporalidad, se nos abre a los coaches la posibilidad de observar y distinguir señales del cuerpo y patrones de movimiento que pueden estar asociados a la historia del individuo y a su estructura presente fundada en los juicios y emociones con los que maneja su vida. Nos muestra inmediatamente información y posibilidad de acción inmediatos. Detectar en el cuerpo señales y patrones que están limitando al individuo, o a equipos, y facilitar el movimiento hacia la apertura o expansión de sus posibilidades y potencialidades, en relación al objetivo trabajado, y más allá. Este es el trabajo del coach corporal, iniciar y lograr desde el cuerpo el aprendizaje transformacional es una manera poderosa, potenciando el arte de hacer coaching.
¿Cuánto conoces de tu propia corporalidad? ¿Cómo influencia tu corporalidad en tu manera de hacer coaching o en tu vida? ¿Reconoces cómo la expansión de tus competencias de intervención, hacia el dominio corporal, pueden empoderar tu efectividad como coach? ¿Reconoces la importancia que tiene poder abordar la corporalidad en el contexto de ansiedades e incertidumbre que estamos experimentando a nivel global?
Cuando hablo de corporalidad, me adhiero a la concepción de Merleau Ponty, filósofo fenomenólogo francés (1908-1961): cuerpo vivido, cuerpo animado, cuerpo en relación con el mundo.
Ser capaces de escuchar el cuerpo nos abre la posibilidad de saber lo que queremos, lo que no queremos, lo que nos tensa, lo que sentimos. Y nos da información de hacia dónde ir, qué hacer para abrir nuestras posibilidades y construir así la vida que queremos vivir. Eso requiere el volver al cuerpo para escucharlo, reaprender a hacerlo.
En el trabajo corporal surge nuestra verdadera identidad, nos potenciamos, florecemos. Tejemos nuestras posibilidades desde la base, el cuerpo, para ser capaces de trenzarlo con nuestra manera de sentir, pensar y expresarnos. Vinculando los tres dominios, cuerpo, emoción y lenguaje, nos convertimos en seres humanos integrados, legítimos y conectados.
Acciones lingüísticas, como pedir, reclamar, dar un Si o un No, que pudieran transformar una vida, pierden poder cuando no están hechas con la corporalidad adecuada. Por otro lado, los miedos, los resentimientos, la negatividad, emociones no expresadas, causan tensiones en el cuerpo. Si éstas permanecen en el tiempo, por la incapacidad o resistencia del individuo a expresarse libremente, y manejarlas positivamente, van conformando una determinada estructura corporal, una coraza, que no nos deja ser y movernos libremente hacia lo que necesitamos o queremos, y que incluso se puede transformar en dolor y en enfermedad.
Es en esa coraza, que genera patrones de movimiento restringidos, rígidos o disociados, donde los coaches corporales podemos intervenir, una vez que la hayamos detectado. ¿Y cómo podemos detectarla si no tenemos las distinciones? Es necesario aprender a hacerlo, comenzando desde nuestros propios cuerpos y vivencias.
En CORPOREA, a lo largo de muchos años, el camino del coaching corporal nos aparece como mágico y nos conmueve constantemente, por el significado y el poder que tiene para conectar con más Vida, dentro de la vida misma, sentir y comprender el movimiento pleno y ver los maravillosos resultados.
Nuestros cuerpos están hablando, y es tiempo de escucharlos.
0 comentarios