Esta es una pregunta que me suelen hacer a menudo personas que llegan a Emana y que saben que la formación es una valiosa aliada en el ejercicio profesional, presente o futuro.
Yo suelo contestar con otra pregunta: ¿Para qué te quieres formar?
Algunas personas lo tienen claro, han visto que tienen una necesidad en torno a un tema, o intuyen en nuevas metodologías un enorme potencial con el que quieren contar. En esos casos mi papel se centra en escuchar esa necesidad para después, de la manera más ajustada posible abrir el mapa, mostrar posibilidades, hablar de fortalezas, de límites, de itinerarios, de contenidos, etc.
Muchas veces sin embargo, me encuentro con personas que no tienen claro el “para qué”, el propósito que les lleva a querer hacer una u otra formación. En este grupo también incluyo a quiénes les ocurre que “el para qué” que declaran no es el “para qué” profundo que está por debajo de su interés.
En este grupo se encuentran personas que sienten que “nunca se han formado lo suficiente” y que necesitan más y más formación para sentir seguridad. Estas personas pueden acabar haciendo uno tras otro todos los cursos que ofrece una institución que “sabe vendérselos bien”.
Veo también que hay quienes buscan en la formación respuestas que no se encuentran allí. A veces “pedimos” a la formación que resuelva asuntos que necesitan ser enfocados hacia otros espacios que no son puramente formativos, aunque tengan que ver con procesos de aprendizaje. Por citar sólo algunos, en ocasiones es más recomendable acudir a un proceso de coaching, a un espacio de supervisión entre colegas, vivir un proceso de mentoring, hacer una revisión estratégica del negocio, acudir a terapia o a otro tipo de procesos de transformación personal. Y evidentemente, son propuestas complementarias.
En estos años he podido ver también a personas muy atentas a lo que hace su competencia, o sus colegas y piensan que si su currículum no incorpora al menos todos los títulos que tiene el resto, no tendrán suficiente ventaja competitiva… Evidentemente esto es una trampa terrible. Es necesario priorizar y renunciar.
Hay algunas claves una vez que la persona ha conectado con “su para qué” que creo son importantes tener en cuenta:
- Previo a hacer cualquier tipo de formación es fundamental que “el instrumento” (la propia persona) esté lo más “afinado” posible. La mejor herramienta o metodología del mundo será útil en manos de alguien que se conoce en profundidad, que tiene una visión clara, una persona en la que cuerpo y mente están conectados.
- Generalmente después de que la persona ha hecho una formación “larga”, suelo recomendar tomarse un tiempo. Los aprendizajes necesitan reposarse, ponerlos en práctica, integrarlos… Y si se sucede una formación tras otra, no nos damos el tiempo necesario para que eso ocurra.
- Hoy en día las posibilidades de calidad para seguir formándonos a lo largo de nuestra vida son enormes, están ahí, en todo tipo de formatos. Si invertimos lo necesario para tener claro “el para qué” será sencillo encontrar el “qué”.
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