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Gestionar el miedo en tiempos de crisis

por | 20/05/2014

Emana - Espacio de formaciones para profesionales y empresas

Acompañar a las empresas me ha permitido observar los retos que enfrentan, tanto en el exterior como en el interior de sí mismas, encontrándome con un factor

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nunca suficientemente atendido: el Miedo, la emoción con mayor capacidad de bloqueo que he podido observar y que puede llegar a matar empresas a pesar de no desearlo nadie.

Sí, miedo tanto en la propiedad y la dirección como en las personas trabajadoras y sus representantes.

Desde el miedo, la reacción instintiva es la posición defensiva y la desconfianza. Se inicia así una dinámica de búsqueda de razones que justifiquen cada posición y de negociación permanente de manera que la empresa termina perdiendo de vista el entorno o mercado al que sirve y en el que compite dificultando aún más su continuidad.

¿Qué hacer cuando parece que cada cual juega a defender su posición en vez de actuar frente a la crisis?

  • Escuchar el miedo, reconocer su intención positiva y hacer de ella un palanca de cambio positivo.
  • Encontrar lo que nos une y construir con ello el eje central de la acción y de la comunicación. Aunar voluntades.
  • Coherencia entre lo que se piensa, se dice y hace,…reconociendo las incoherencias puntuales que sirven para aprender y mejorar las relaciones e incrementar la confianza.
  • Claridad en la información, sin dar por supuesto que es entendida. Validar la escucha.
  • Responsabilidad compartida, dejando atrás la tendencia de la dirección a asumir la responsabilidad de todo lo que sucede en la empresa vaciando así de la misma al resto de personas.
  • Evidenciar los resultados y consecuencias del funcionamiento de la organización para tomar conciencia y reorientar la manera de hacer para buscar la eficiencia y la competitividad.
  • Y tener siempre presente esta pregunta : ¿De qué nos sirve tener la razón si no tenemos la solución? ¿Qué nos importa más, tener la solución o tener la razón?

Con estas bases podremos ir avanzando “juntos”, no sin esfuerzo ya que es necesario remover paradigmas del pasado, en el diseño de estrategias de posicionamiento, colaborando en el lanzamiento de nuevos productos o servicios, optimizando procesos y ganando en eficiencia para la sostenibilidad de la empresa y de sus empleos.

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Comentarios

3 Comentarios

  1. Eugenio Moliní España

    María: durante muchos años pensaba que el miedo era la emoción que mas afectaba negativamente a las personas en el trabajo. Pero he llegado a la conclusión de que presente en todas partes está la humillación, cuyos efectos en las personas son muchísimo mas intensos y profundos que el miedo. Está hasta en los sitios en los que no hay miedo. Entiendo que esta conclusión no tiene porque ser compartida por todas. Me alegro mucho cada vez que leo que haces cosas interesantes. Un abrazo./Eugenio

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    • María Carrascal

      Eugenio,
      me parece muy sugerente lo que dices… Sinceramente, es un aspecto sobre el que he pensado poco… Debe ser por eso de que “la cabra tira al monte… y ya sé hacia qué monte tira la mia” 🙂
      Pondré en mis gafas también ese cristal cuando mire a las organizaciones.
      Gracias por pasarte por aquí, es un lujo para mi!!. Un abrazo. María

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  2. Joserra Mandiola

    Gracias Eugenio !!!.
    Me pregunto : ¿Qué hay bajo la humillación? ¿Qué hay en la persona que humilla? ¿Qué hace que una persona se humille o decida -incluso de manera consciente- aceptar esa humillación?
    Hasta ahora, en mi experiencia en las empresas y las relaciones, me he encontrado con el miedo en sus múltiples aspectos.
    En quien humilla, un miedo no reconocido disimulado bajo apariencias de poder, de exigencia, de necesidad de dominar, de insensibilidad o de huida hacia adelante…
    En la persona que se humilla el miedo a la inseguridad, a la posible pérdida, a la carencia, a no ser suficientemente, etc..
    Cuando reconocemos ese miedo y vemos que tras él se esconde una demanda de atención, de cuidado y somos capaces de articular una respuesta, surge el respeto a sí mismo/a como antídoto de la humillación.

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