El Covid-19 bien puede ser un catalizador que lleve la evolución de la organización del «trabajo en cualquier lugar» a otro nivel, mejorando considerablemente las oportunidades para colaborar, pensar, crear y conectarse de forma productiva.
Si bien este proceso está lleno de dificultades en el corto plazo —caída del empleo, escasez de materias primas y componentes, aislamiento, etc.— en el medio y largo plazo está suponiendo encontrar un nuevo equilibrio entre trabajo presencial y remoto. Y esto es un desafío lleno de oportunidades para mejorar la implicación de los grupos y equipos de personas en el trabajo colaborativo.
En este contexto, apuesto por los siguientes principios de un nuevo “liderazgo digital”:
- Cultiva tu presencia auténtica allí donde estés, en modo presencial o remoto. Cultiva una forma más consciente de percibir tu papel en el sistema social en el que operas, con una nueva consciencia del conjunto, y de sus partes. Ello supone un cambio en tu relación con el “campo social”, una nueva responsabilidad en el tipo de relaciones que practicas con y entre las demás personas del sistema en el que operas.
- Clarifica el propósito, la intención más elevada por tu parte y en el grupo con quien trabajas.
- Construye relaciones, al moverte de la inteligencia racional a la emocional, a la escucha empática. Cuando ampliamos el nivel cognitivo al afectivo e intuitivo, podemos activar la sabiduría del corazón. Y esa vulnerabilidad es contagiosa, abre un espacio de posibilidad hacia el cambio.
- Practica un aprendizaje encarnado, usa diversas expresiones artísticas para crear conexión espiritual, para celebrar, inspirar y conectar. Ello puede crear experiencias y conexiones más profundas que el diálogo: el canto, la danza, la poesía, el teatro, la pintura, el dibujo o la escultura. Aquellas personas que logran mayor implicación de la comunidad integran conscientemente las artes en sus formas de facilitación grupal para acceder a una conexión, propósito y creatividad más profundas.
- Invierte en crear espacios fértiles, dedicar tiempos al diálogo y el aprendizaje mutuo. Los líderes de proceso crean contenedores seguros que permiten recuperar y aumentar la energía e ilusión del equipo, hacen que el “campo social” sea palpable y se regenere.
- Practica la escucha y el diálogo profundos. Ello comienza por serenar tu mente, escuchar tu interior, conectar con tu fuente. Escuchar a cada individuo y al conjunto más allá de lo que se dice, su significado… para acompañar al sistema social hasta su meta más elevada. Desde esa perspectiva, el diálogo es la capacidad de un sistema social para conectarse y sentirse a si mismo. El papel del facilitador, que ha hecho bien su trabajo interior, es conducirlo más allá de la discusión o el debate hasta la escucha empática y la comprensión compartida. La facilitación surge antes que el juicio, mantiene la tranquilidad en medio de la tensión, profundiza en la indagación y abre posibilidades. Así el facilitador, facilitadora de diálogo profundo llega a ser instrumento de cambio, haciendo ese trabajo interior de permanecer en el espacio del no-juicio, sintonía del corazón, de la mente y del espíritu con la totalidad del campo colectivo y su posibilidad emergente.
*Imagen: Representación visual generativa de Myriam Artola
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