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Coaching educativo, un reto necesario

por | 6/05/2014

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Hace algunos años, acompañado por un grupo de profesores, visité un centro de Proyecto Hombre en Gordexola, Bizkaia. En el encuentro, tuvimos la oportunidad de charlar con usuarios del servicio. Recuerdo que una profesora preguntó a uno de los chicos qué le hubiera gustado tener en la escuela que no tuvo. La respuesta de aquel hombre fue rápida: me hubiera gustado que alguien, alguna vez, me hubiera preguntado cómo estaba.

Aquella experiencia me enseñó una costumbre que nunca he abandonado: preguntar a menudo a los estudiantes qué tal están. También lo hago con mis compañeros de trabajo y con otras personas.

Y lo hago porque creo que un verdadero educador es una persona que trabaja con personas y para personas, con la actitud siempre abierta de aprender, acoger y acompañar. Al igual que el entrenador deportivo, el profesor conoce a las personas con las que trabaja, intuye lo que quieren y necesitan; y, sobre todo, conoce el modo para que esas personas orienten su vida hacia el continuo crecimiento. Porque, como el auténtico entrenador, el profesor no persigue tanto el resultado, como el progreso; la victoria, como el aprendizaje; los aplausos, como la sonrisa feliz del estudiante satisfecho.

Autores clásicos como el viejo Rouseau, la innovadora Montessori, el solicitado Vygotsky o el revolucionario Freire, centran la tarea educativa en la persona del estudiante; éste es capaz de aprender si cuenta con los apoyos necesarios para conocerse y con pautas concretas para crecer. Pero también autores más modernos como Gardner, Robinson o Perkins, insisten en la misma idea: el deber de que la educación responda realmente a las necesidades del estudiante y que éste sea parte activa de su propio aprendizaje, protagonista principal de su crecimiento.

El coaching educativo con los estudiantes va más allá de la acción tutorial, que durante mucho tiempo se ha reducido a una hora semanal de trabajo de habilidades sociales, de técnicas de estudio y poco más. Este proceso de acompañamiento personal supone cuatro elementos básicos: conocer la realidad del estudiante, la familia, sus amigos, su posición en el grupo, sus experiencias escolares, sus sueños, sus relaciones personales…; en segundo lugar, establecer el perfil personal del estudiante, es decir, sus puntos fuertes y zonas de mejora en los ámbitos personal, social y educativo; en tercer lugar, ayudar al estudiante para que construya su proyecto de vida, sus grandes objetivos y los medios necesarios para alcanzarlos, (este elemento también se puede trabajar con estudiantes en edades tempranas, pues ya tienen sus propios intereses y sueños); en cuarto lugar, será necesario el seguimiento o acompañamiento constante de los pasos que los estudiantes van dando.

La tarea de acompañamiento personal no es solo labor del tutor; el resto de profesores y la familia deben participar activa y constantemente; pero, también los propios estudiantes pueden ayudarse mutuamente en este proceso de maduración y crecimiento personal. Por otra parte, no se puede olvidar que el principio fundamental del acompañamiento personal (coaching educativo) es trabajar de tal forma que el estudiante sea el protagonista de su propia vida, sea el agente de su cambio y crecimiento; por ello son tan importantes las acciones de visualización y empoderamiento de cada estudiante, con su realidad y sus sueños.

Aun siendo el estudiante el protagonista activo y responsable de la escuela, es necesario que este coaching educativo o acompañamiento se lleve a cabo, también, con el profesorado y otras personas que configuran la Comunidad Educativa.

Desde La quinta disciplina de Senge hasta La escuela que aprende de Santos Guerra pasando por el modelo de Escuelas Eficaces de Murillo, todos insisten en una idea clave: el profesor es la clave de la mejora y cambio de la escuela, entendiendo el profesor como agente educativo en comunidad, en grupo, en idioma sistémico. Es decir, si la escuela quiere ser un verdadero espacio de aprendizaje y maduración para los estudiantes, el profesorado debe comprometerse en grupo y también él debe convertirse en un verdadero aprendiz.

Desde esta perspectiva, el profesorado y otras personas de la Comunidad educativa también tendrán que ser acompañadas en sus procesos personales y profesionales, más aún, en la situación actual de grandes y rápidos cambios, ante los cuales es imposible que una persona sola, por muy profesional que sea, pueda educar a un estudiante.

Este acompañamiento a las personas de la Comunidad educativa también tiene que tener en cuenta los elementos que se han comentado con los estudiantes: conocer a las personas, reconocer sus puntos fuertes, ayudarles en sus proyectos y mostrarse cercano en el día a día. El objetivo de este acompañamiento es doble: por una parte, reconocer a las personas y mostrar confianza en su trabajo; y, por otra, permitir y favorecer su crecimiento personal y profesional.

¿Y quién hace esta tarea de acompañamiento de las personas? La respuesta parece lógica: la dirección como responsable directa de las personas. No obstante, en esta tarea los propios profesores pueden hacer tareas de mentoring entre sus compañeros y también es bueno acudir a expertos o profesionales del acompañamiento personal.

No es casualidad que nuestra profesión de educadores tenga niveles tan altos de estrés, ansiedad e incertidumbre y, por ello, se hace cada vez más necesaria una verdadera apuesta por este acompañamiento personal. En futuras entradas del blog podremos hablar, precisamente de ese estrés docente.

Como dice Murillo, la manera de mejorar el clima de una escuela es aumentar la densidad de sonrisas en sus pasillos y esto se hace desde la consideración de las personas que habitamos la escuela. Dicho lo cual, mañana, en tu aula no te olvides de sonreír y de preguntar qué tal estás.

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