¿Cuál fue la última vez que tuviste que cambiar de planes? Estaba todo previsto, la agenda parecía una pantalla de Tetris a punto de terminar y, de pronto, apareció una gran pieza de forma extraña, imposible de girar y acomodar en los huecos disponibles. A todos nos ocurre. Hay personas que lo llevan mejor y personas que lo llevan peor.

A quienes aprendieron a tenerlo todo bajo control, el cambio de planes les funciona cuando la tarea es sencilla y los factores están cerca de su mano. Pero en cuanto el terreno gana en complejidad, la fantasía de gobernar aguanta el tiempo justo hasta que, como una torre de naipes, se desmorona. En algunas ocasiones, la respuesta a lo ocurrido se da responsabilizando a otros, a aquellos que no pudieron controlar.

Construimos junto a las riberas de los ríos y nos quejamos de las inundaciones, ganamos terreno a nuestros bosques y los defendemos luego de la naturaleza “invasora”, generamos organizaciones jerárquicas y despersonalizadoras y nos preguntamos por qué falta motivación en nuestra “mano de obra”, facilitamos y acompañamos procesos en consultoría diagnosticando y aconsejando y no vemos los resultados. Analizando qué y cómo hacemos podríamos preguntarnos: ¿existe alguna otra forma más eficiente y sostenible de acercarnos a la realidad e interactuar con ésta? ¿Existe alguna manera de activar palancas que, con poco esfuerzo, generen un cambio a favor de las personas?

Llevamos años buscando las respuestas a estas preguntas, profundizando en la perspectiva de perspectivas que para nosotros es la mirada sistémica. Desde ahí, nos acercamos a la realidad desenfocando sus detalles para atender los pegamentos, los hilos que unen a las personas, los departamentos, organizaciones… Entender estos [invisibles] en relación y equilibrio nos conecta con un modelo suficientemente dinámico y complejo; este modelo nos permite comprender las ganancias que equilibran, atender a los potenciales, habitar los dolores y, desde la experiencia sentida, avanzar hacia el lugar donde las dificultades se disuelven.

¿Y qué utilizamos para trabajar esa perspectiva meta? Las palabras y el espacio.

Desde la mirada sistémica, en ocasiones, interrumpimos la explicación matizada y concienzuda del problema que nos brinda nuestro cliente para pedirle que nos muestre esa situación en el espacio: «muéstramela». Rompemos así con un discurso de la dificultad conocido y con parte de la narrativa que bloquea la citada situación. De este modo, jugando en y con el espacio, aterrizamos esa historia que, con palabras, son varias historias a la vez, para descansarla en una de las imágenes posibles: su escultura. Esa escultura obedece a otra lógica, y no queda atrapada por el discurso; habla en círculos.

De este modo, desde el espacio, cogemos distancia y somos capaces de ver todas las piezas del puzzle (o algunas distintas). Salimos de una situación para entrar de nuevo, y volvemos con más información. Jugamos, prototipamos movimientos, experimentamos rápido y sin hacer daño; y todo este ejercicio va construyendo posibilidades, ideas, sensaciones sentidas… Esta manera de hacer es útil para gestionar la complejidad de ese Tetris al que nos vemos sometidos.

La fantasía del control es eso, una fantasía. Activar la mirada sistémica para encontrar las formas, patrones que armamos para avanzar en los desafíos organizacionales, es lo que queremos trabajar en nuestro próximo curso. Utilizaremos el espacio para generar relatos distintos que nos permitan comprender, de una manera vivencial y reflexionada, los principios que, desde esa mirada, describen la vida de nuestras organizaciones.

Suelta tu necesidad de controlar, activa la perspectiva sistémica.

Te esperamos en la formación de Bilbao los próximos 7 y 8 de noviembre para seguir profundizando.