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El arte de crear espacios generativos en entornos virtuales

por | 30/03/2022

Emana - Espacio de formaciones para profesionales y empresas

Hay competencias que solo podemos adquirir o desarrollar practicándolas. Un marco teórico puede contribuir a nuestro aprendizaje, pero sin práctica no llegaríamos muy lejos. Algunas de estas competencias son bastante obvias como por ejemplo, tocar un instrumento, cocinar o comunicar de manera experta. Conocemos personas con dones o mayor facilidad para desarrollar estas competencias, pero nadie que haya destacado en ellas sin haberlas practicado durante muchas horas.

En el mundo anglosajón el concepto de práctica es más común y forma parte de su lenguaje habitual. A las personas que alcanzan cierta maestría practicando algo se les denomina “practitioners”, una palabra de difícil traducción en otras lenguas incluida la nuestra. Nosotros solemos referirnos a lo que ellos llaman práctica como un arte; el arte de hacer música, de cocinar o de comunicar.

Cuando definimos el liderazgo digital como el arte de crear espacios generativos en entornos virtuales o híbridos, estamos hablando de la práctica para desarrollar las capacidades que faciliten conversaciones donde no perdamos nuestra conexión y capacidad de contribución como grupo a pesar de no encontrarnos juntos en el mismo lugar.; La conexión y la capacidad de contribución son factores clave para poder actuar de forma alineada y creativa en cualquier proyecto intra- o interorganizacional. Ambas están estrechamente relacionadas con nuestra capacidad de incluir a las personas en el proyecto. Cada persona que se siente realmente invitada a contribuir estará dispuesta a aportar su mirada y sus ideas, contribuyendo a ampliar nuestro entendimiento colectivo y capacidad de innovar en torno al problema o proyecto que nos reúne. Si además, hay buena conexión a nivel de grupo, buscaremos la forma de alinearnos para ponernos en marcha como un solo equipo.

Conectar y sentirse invitado a participar suele ser más fácil cuando nos vemos en persona, nos tomamos un café o tenemos unos minutos para compartir sobre nosotros antes o después de una reunión. En el espacio virtual esto también es posible aunque requiere de mayor intencionalidad, pues no estamos tan acostumbrados al espacio y a veces carecemos de los recursos necesarios. La pandemia nos ha forzado a trabajar en espacios virtuales y hemos aterrizado en ellos como mejor hemos podido. Muchas veces con recursos escasos y condiciones limitadas (insuficiente conexión a Internet, estancias donde podíamos ser interrumpidos, etc.), con poca práctica (herramientas desconocidas, falta de acuerdos previos, etc. ) y con pocos referentes sobre cómo sacarle partido a estos nuevos espacios de encuentro.

Después de dos años de práctica algo forzada, muchas personas se sienten frustradas y agotadas de tantas reuniones virtuales poco estimulantes y les gustaría volver a los encuentros en persona, al menos parcialmente. Sin embargo, los espacios de encuentro virtuales han demostrado que pueden ser una buena opción en varias circunstancias por diferentes razones (conciliación, disponibilidad, movilidad, menores costes de viajes, consideraciones ambientales, etc.) y que combinándolos con otros presenciales podríamos potenciar los beneficios de unos y otros.

Posiblemente nos falte experiencia específica en estos entornos virtuales, pero ésa la podemos adquirir buscando nuevos referentes, experimentando y practicando. Quizás lo más importante en este proceso sea recordar que la mayoría de las prácticas para desarrollar más conexión y más capacidad de contribución efectiva en nuestros grupos de trabajo son las mismas independientemente del espacio. Clarificar el propósito que nos reúne, estar presentes, establecer acuerdos de participación y toma de decisiones, escuchar e indagar de forma apreciativa, reflexionar sobre nuestras actuaciones y documentar nuestros pasos y aprendizajes son esenciales, tanto en los espacios virtuales como presenciales.

*Imagen: Pixabay

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