Vivimos en contextos laborales en los que de un modo u otro formamos parte de equipos para llevar a cabo tareas y procesos cada vez más complejos. Nadie puede hacer todo el trabajo individualmente. Necesitamos colaborar, sincronizar esfuerzos en cadenas complejas de coordinaciones sucesivas para entregar productos y servicios que respondan a las necesidades de los diversos grupos de interés (clientes, socios, compañeros, proveedores…), y lograr los resultados esperados.
Esos equipos, que toman formas muy diversas, trabajan con frecuencia a distancia física e incluso temporal, y suelen tener responsables. Son jefes, jefas, personas coordinadoras o como sea que les llamemos. Se supone que quienes integran el equipo reportan a ellas y que, a su vez, estos responsables deben facilitar el trabajo de cada persona y coordinar esfuerzos para lograr los resultados esperados. Todo ello con diferentes grados de autoorganización, según el contexto y las reglas imperantes en cada caso.
También vivimos muchas situaciones en las que la tarea es superior a la capacidad de producción. Es decir, que las personas en los equipos sienten que tienen una demanda superior al 100% de lo que pueden hacer.
Esa sensación de sobrecarga, real o percibida, desgasta a las personas cuando se prolonga y repite en el tiempo. El incremento del trabajo virtual y de la consiguiente distancia física entre miembros de los equipos acentúa el riesgo de aislamiento y la sensación de soledad. Ello merma tanto la salud como el rendimiento.
¿Cómo mantener una tensión creadora que nos permita afrontar el desgaste de la tarea diaria, que afrontamos en la soledad del teletrabajo y con frecuencia nos sobrepasa?
Ello sólo es posible si en el equipo se cultiva una perspectiva de renovación estratégica. Esto es, una visión de largo alcance esperanzadora y sostenible que nos permita contemplar la tarea diaria como parte de un propósito superior, de algo mayor que merece la pena construir.
Acuñamos la expresión “liderazgo digital” para afrontar, entre otros, este dilema.
Entendemos el Liderazgo Digital como el arte de crear espacios generativos en entornos virtuales o híbridos. Espacios generadores de conexión que permitan al equipo articular su mejor contribución de forma sostenible y efectiva. En entradas anteriores nos hemos referido también a los principios que inspiran el liderazgo digital que buscamos.
Ante la pregunta formulada, destacaría dos aspectos relevantes para afrontar el dilema del desgaste diario en la distancia desde una perspectiva estratégica y resiliente.
- El primero requiere un trabajo interior de incrementar la consciencia acerca del impacto que tiene mi intención, pensamiento y acción en el equipo, en el sistema social en el que opero.
- En medio de la acción y la interacción del equipo, escucharme a mi mismo, observar mis emociones, pensamiento, acciones y reacciones. Observar y reflexionar sobre su influencia en el grupo, en la calidad del campo social que contribuyo a crear. Es un tipo de responsabilidad de facilitar el fluir del equipo, y preguntarme sobre la calidad de esa facilitación.
- Ello conduce al segundo aspecto: diseñar mejor los encuentros del equipo, virtuales y presenciales, creando espacios no sólo para coordinar la tarea del corto plazo, sino también para:
- Crear y compartir visiones personales y de equipo sobre el futuro que queremos crear; visiones que movilicen a todas las personas, más allá de los objetivos de la organización. Con recorrido en el largo plazo. Que nos conecten con un propósito superior vivido como propio.
- Dar espacios para construir y cualificar las relaciones entre las personas del equipo, cultivar el apoyo mutuo e incluir darnos feedback con respeto, aprecio y naturalidad.
Son estos aspectos básicos del liderazgo de equipos que tenemos que aprender a llevar al entorno virtual, y existen formas innovadoras de hacerlo.
Súmate a esta reflexión y aprendizaje y acude al próximo Curso de Liderazgo Digital para facilitar la transformación de Emana.
*Imagen: Pixabay
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