Hay mucho escrito sobre valores, pero cada día de trabajo aprendo más sobre ellos. Quienes ya me conocen seguro que me han escuchado hablar del Cuadrado de Valores, este mapa que nos permite gestionar las tensiones entre valores en busca de la virtud. Como decía Aristóteles en su Ética a Nicómaco: “alcanzar el punto medio es una hazaña”.
Los valores no son compartimentos estancos, están vivos. Tenemos vivencias diferentes relacionadas con cada valor, y los expresamos con comportamientos diferentes. E incluso, a veces, para ciertas personas los mismos comportamientos pueden ser percibidos en riqueza, mientras que para otras son percibidos en carencia. Por eso definimos líneas rojas, esos acuerdos sobre qué comportamientos se perciben en riqueza y cuáles en exageración o carencia. Porque no se trata de ver qué valor, comportamiento o acción es más fuerte, sino cuál es la buena gestión de los mismos en un estado de riqueza, sin cruzar dicha línea.
Quedarnos en ese punto medio del que tanto habla Aristóteles es de lo que se trata. Tener clara la virtud que se genera de la tensión entre los dos valores es lo que nos permite navegar en el estado de la riqueza, sin cruzar la línea roja que definimos. Porque al cruzarla, se vuelve carente la gestión. Cierto es que tal vez una de las partes exagere, es lo natural. Pero si tenemos clara la virtud, y bien definida la línea roja, tendremos mayores posibilidades de llegar a una buena gestión de los temas que vayan surgiendo, sin llegar a la exageración que llevará a la zona de conflicto.
De esta manera podemos también reducir la presión que se produce por perseguir un determinado valor, y mover la energía para crear acuerdos que protejan a las organizaciones de generar comportamientos con efectos negativos para algunos contextos.
Nos podremos permitir exagerar un poco si pensamos en la tensión con otro valor y si conocemos y respetamos las líneas rojas. Esto es válido también para las tensiones internas: me puedo permitir exagerar un poco, si tengo claro lo mencionado.
Y eso, eso libera, en vez de estar persiguiendo un estado ideal.
A mi me ha ayudado mucho a enriquecer mi mirada a la hora de poder acompañar procesos, a trabajar sin prestar tanta atención al contenido y hacerlo más con las cualidades que se generan. Porque como dice Aristóteles, en el fondo lo que todos buscamos es “el bien vivir y el bien estar, que es idéntico a ser feliz”.
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