En el trabajo que realizamos en las organizaciones, muchas veces detectamos que las fugas de energía se encuentran en la defensa de posiciones. Por un lado, hay personas que sienten el deber de avanzar, mientras que otras resisten esta fuerza. En el medio, una mayoría que asiste entre interesada y aburrida a los dos grupos que tiran de la cuerda desde cada extremo.
Nuestro trabajo es doble en este sentido. Creemos que es clave escuchar las razones y emociones que se encuentran en todas las partes. En este sentido, hablamos de compartir nuestros miedos y deseos, activar estrategias de reconocimiento y avanzar en la definición de algunos límites que aporten claridad al terreno de juego.
Además, es clave ayudar a las personas y áreas de la organización a trascender sus necesidades y perspectivas, y conectar con la organización y su momento. El ejercicio de comprensión que mencionamos anteriormente tiene sentido siempre que podamos abrir espacios de reflexión más compartidos y orientados a la comprensión de lo que somos en nuestra totalidad como organización, situados en un contexto social y económico.
A menudo escuchamos que este trabajo consiste en escuchar todas las necesidades y llegar a un acuerdo mínimo consensuado para avanzar juntos.
Desde mi punto de vista, en este ejercicio corremos el peligro de reducir nuestras expectativas y conformar acuerdos frágiles, donde podemos estar alimentando egos y enfoques parciales. ¿Somos capaces de atender todo el potencial de trabajar de manera colaborativa, en lugar de pretender imponer nuestra perspectiva? ¿Cuáles pueden ser las estrategias para hacer más presente este enfoque con todas las personas y organizaciones involucradas? ¿Cómo podemos trabajar de manera más alineada y autónoma?
Brian Robertson lo explica en su inspirador libro «Holacracia». A menudo, las «esperanzas, sueños, ambiciones y deseos (…) proyectados (…) oscurecen su propósito». «Cada proyecto tiene cierto potencial o capacidad creativa que es el más idóneo para expresarse de forma duradera ante el mundo, teniendo en cuenta todo aquello de lo que dispone: historia, recursos, personas…»
Nuestra propuesta es cambiar el enfoque y preguntarnos sobre las fortalezas y potenciales de la organización. Muy probablemente, la pregunta más interesante que podríamos hacernos es esta: ¿Qué diría esta organización sobre su propósito si pudiera hablar?
Llevamos algunos años entrenándonos para hacer que esta forma de trabajar sea cercana a las organizaciones. Preguntamos con interés sobre el origen de las empresas y el contexto en el que nacieron. Dibujamos líneas de tiempo con nombres de personas importantes, hitos sociales como contexto, proyectos inspiradores, crisis y conflictos… Nos interesa mirar a la organización como un organismo vivo y preguntarnos sobre sus patrones, atajos e inercias.
Desde esta toma de conciencia, también necesitamos conectar con el futuro que emerge. Después de haber trabajado para mejorar la conexión con nuestros recursos pasados y actuales, ejercitamos una mirada a las señales que dibujan oportunidades y, en lugar de luchar contra molinos de viento, aprovechamos cada pequeño fuego que podría ser el origen de algo más grande y similar a lo que deseamos, o mejor dicho, a lo que esta organización tiene el potencial de construir.
Y tú, ¿cuál es tu experiencia en relación con el propósito de tu organización o las realidades que acompañas?
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